sábado, 12 de noviembre de 2011

Todo final es un inicio.


Tuve un sueño. Soñé que la vida me cambiaba. Luego me cambió. ¿O acaso yo la cambié? Tal vez. Tomé decisiones, las cuales tal vez fueron erróneas, tal vez acertadas, pero de las cuales me he arrepentido. Pero fiel a mi lema, prefiero arrepentirme de las cosas que he hecho que de las que he dejado de intentar por miedo. Una lucha más llega a su fin y una nueva serie de decisiones se me presenta. Decisiones que tienen que ver con mis sueños y deseos, mi futuro y anhelos. Algunos de estos que no se llegaron a concretar, pero que me queda la satisfacción de haber dado hasta el último aliento por tratar de alcanzarlos. Solo me queda decir: gracias. Gracias a aquellas personas que a pesar de cortar de tajo mis esfuerzos, me han dejado una gran enseñanza. Enseñanza de mis errores y de mis aciertos. Gracias por tomarse el tiempo de haber compartido una parte de su vida conmigo.

Ahora la vida me marca una nueva ruta. Un tanto más difícil que las anteriores. No se si hago bien o mal en la decisión que tomo, de intentar seguir los intrincados vericuetos y dificultades que se vislumbran. Pero de nuevo, y fiel a mi principio primordial, decido tomar los riesgos por mayores que estos sean a vivir con la duda de qué habría pasado de haberme atrevido. Pes bien, me atrevo a pesar de que las posibilidades de éxito sean mínimas. Tanto por la naturaleza misma del reto, como por enfrentarme a mis propias limitaciones y temores. Es pues, un reto con varias facetas: dejar atrás el pasado, superándole completamente; tratar de conquistar la meta, por difícil que parezca y derrumbar las propias limitaciones que yo mismo me he autoimpuesto.

La meta no es sencilla. Alguien me dijo no hace mucho que amar es una decisión propia. Y a pesar de mi constante recopilación de intentos infructuosos, que no fracasos, de factores discímiles como distancia, intereses, capacidades, diferencias, etc., decido volver a creer que se puede amar, que vale la pena todo el dolor que se siente. Dicen que si no duele no es amor. En ese sentido, lo conozco bastante bien. Ha sido mi compañero constante de los últimos años. Pero me pregunto si vale la pena y me respondo con otra pregunta: ¿acaso no me hace esto sentir más vivo? Claro que si. Así que de nuevo en la misma sensación, en el msmo torbellino de ideas, sentimientos y sensaciones que ya acostumbro tener a mi alrededor, comienzo a andar en esta ruta desconocida y nueva para mi.

En ocasiones recibo señales que me alientan a avanzar. Otras señales directas que me dicen que no debo intentarlo porque se trata de un camino sin salida, sin final. Que no llegaré a ninguna parte, pero... ¿acaso el universo no ha sido descubierto por exploradores? Me precio de ser explorador, siendo en varias ocasiones el primer ser humano en poner pié en algun punto de nuestro mundo maravilloso. Aquí es lo mismo. Si no exploro el camino y las posibilidades de éxito, jamás sabré si era posible llegar a la tierra prometida a través de él.

Decido entonces darme una nueva oportunidad. Intentar llegar en esta ocasión. No se si tendré éxito, pero no me quedaré con la duda. Tal vez me arrepienta, tal vez no, pero definitivamente no me quedaré como expectador, viendo que pude ser yo quien logra llegar y culminar sus sueños.

No me digas que no lo intente porque ya estoy intentándolo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario