domingo, 21 de marzo de 2010

Sobreviviré...¿?

El recuerdo me embarga y nubla mis sentidos. La pregunta que me viene a la mente es ¿cómo se puede querer tanto a alguien? Donde quiera que miro busco su imagen, su recuerdo. Por más que miro en otra dirección su imagen sigue llenando la inmensidad de mis pensamientos. La inquietud de su lejanía consume mi ser.
Quisiera fundir mis pensamientos a los suyos hasta formar uno solo. Caminar en un mismo sentido, en un sueño común.
El fuego que surge impetuoso y brillante de mi corazón, llena cada rincón de mi atribulado y consumido cuerpo, el cual se vuelve etereo como el viento cristalino de las montañas, desapareciendo por la fría y congelante ausencia del ángel de mis sueños y realidades, la razón de ser y existir.
Sueño aún cuando no sueño y lloro al sonreir. Es la paradoja de mi vida cual payaso que sale sonriente a escena con el corazón a punto de carbonización.
Luego... llega y aún a la distancia y con la usual lejanía alimenta mi alma y reavivando el motor de mi existencia.
Miedo... miedo de decir y de hablar. Miedo de mostrar mi interior, miedo de perderle y que me prive de su presencia eventual y reanimante. Mi fin está cerca. No un fín físico y aliviador como la muerte, sino un final que me acerca cada día más al final de mis fuerzas. Llega el fin de la lucha contra mis propios sentimientos. El abandono de mi alma que lenta y silenciosa aleja mis ánimos dejándome a merced de los elementos que disuelven y erosionan mis ánimos de permanecer incólumne. Como la pequeña piedra que con constancia golpea la base de la montaña hasta perforarla, su ausencia física y emocional han minado la mia.
Pero a pesar de todo, sobreviviré.